jueves, 7 de octubre de 2010

7 de Octubre - Rosario



Rosario Pardo es una actriz y humorista española, nacida en Jaén. Estudió filología hispánica, pero no llegó a ejercer porque quiso formarse en interpretación, danza contemporánea y mimo.
Esta jienense de dilatada carrera teatral, saltó a la fama en la televisión a raíz de su participación en el programa Crónicas Marcianas. Más tarde pasaría a interpretar el papel de Nieves en la serie Cuéntame cómo pasó. Posteriormente participó en las series de A tortas con la vida y Cafetería Manhattan, ambas de Antena 3; aunque también se le recuerda por su papel de Carmen en la comedia Con dos tacones.
Rosario es autora además de tres libros, y ha dirigido multitud de obras en el teatro. En 2009, sigue en Antena 3 con la serie Doctor Mateo, en la que interpreta a la tía del protagonista.
Fuente: loquees-es.com - Web oficial de Rosario Pardo



El hormiguero: Rosario Pardo



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Escritora mexicana que cultivó todos los géneros, desde la poesía hasta el periodismo. Nació en la ciudad de México y murió en Tel-Aviv. Desde 1948 hasta 1957 sólo escribió poesía, Trayectoria del polvo (1948), Lívida Luz (1960); muy significativa es su antología, Poesía no eres tú (1972). Octavio Paz dice de ella: "Su lenguaje es llano y sentencioso. Pasión y sentimiento". Y Monsiváis, sobre la Lamentación de Dido (1957) subraya: "La definitiva elegía de Castellanos es el anuncio (y la consumación) de la muerte de una retórica". Obtuvo importantes reconocimientos entre los que se destacan, Premio Xavier Villaurrutia 1961, Sor Juana Inés de la Cruz y Premio Carlos Trouyet.
Oficio de Tinieblas (1962, novela) y Ciudad real (cuentos) indagan sobre la cuestión indígena en Chiapas, replanteando su sentido. Escribió varias obras de teatro: Tablero de damas (1952) y El eterno femenino; ensayos sobre el concepto de lo femenino: Mujer que sabe latín (1973), El uso de la palabra (1974) y El mar y sus pescaditos (1975).
Fuente: epdlp.com


Parábola de la inconstante

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy
y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
suceda ese proceso
que la semilla le permite al árbol
y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra
a asirme a una pared como el enamorado
se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
en solidez de roble,
la rumorosa soledad, la sombra
hospitalaria y daba al caminante
-a su cuchillo agudo de memoria-
el testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
y otras el arrebato,
la gracia o el furor, siempre los dos contrarios
prontos a aniquilarse
y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
me iba de algún mesón desmantelado
en el que no encontré ni una mala bujía
y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
no sé qué cara le daré a la muerte.



Rosario Castellanos


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